El cantante Gregory Porter esta siendo encumbrando como la gran esperanza del jazz vocal, es el hombre llamado a ocupar el primer puesto de esta difícil y comprometida disciplina jazzística. La revistas de papel, las pocas que quedan, le brindan titulares como ‘el nacimiento de una estrella’, y adjetivos similares.
Y hay mucho de verdad en todo ello habida cuenta de los dos discos (‘Water’ y ‘Be Good’) que tiene editados hasta el momento y que han concitado el elogio tanto de la crítica como de los aficionados al jazz. No es de extrañar por tanto que hubiese expectación por ver y escuchar en Jazz in Marciac al hombre que está llamado a hacer revivir el jazz vocal masculino.
Como recientemente le sucedió a la cantante Melody Gardot en el 47 Heineken Jazzaldia, Gregory Porter no cubrió todas las expectativas que sobre él se habían levantado. No se trata tanto de que hiciese las cosas mal, es que, me temo, se equivocó de planteamiento musical.
Vaya por delante que esta pequeña decepción no se debió en exclusiva al cantante; también la parte técnica hizo lo suyo para que su concierto no acabase de funcionar. Los tres primeros temas que cantó, entre ellos su genial ‘On my way to Harlem’, sonaron inaudibles, con un sonido pastoso, donde prácticamente no se distinguía ningún instrumento y la voz del cantante quedaba desfigurada sin remedio. Una pena que una canción de esa categoría quedase colapsada por fallos técnicos. Si ya desde el primer momento de enganche te quedas fuera de juego, entonces algo no está funcionando bien.
Así que a partir de aquí, y con los problemas de sonido solucionados, al menos se le pudo oír y a los músicos escuchar (con excepción del piano cuando tocaban todos juntos), Porter desgranó las canciones de sus dos discos. Y por ahí vino un error que se podría calificar de principiante.
Le Chapiteau, la gigantesca carpa donde se celebran los conciertos más importantes de Jazz in Marciac, no es el lugar más idóneo para desgranar un repertorio basado en los tiempos medios y en las baladas. Ahí se juntan más de cinco mil almas esperando, si no marcha en sentido rockero, sí, al menos, en sentido jazzístico. Lo que ahí se necesita es energía y fuerza. Dicho de otro modo, Porter hubiese arrasado en un teatro o en un auditorio, pero Le Chapiteau se lo comió, y canciones como ‘Be Good’, ‘1960 what’ o ‘Real good hands’, pasaron con más pena que gloria. Una lástima.
Por otro lado, Porter dejó mucho tiempo para el lucimiento de sus acompañantes, quedando él, con excesiva frecuencia, en un segundo plano. Más bien parecía el cantante del saxo Don Castle, que dicho sea de paso, se lució en bastantes momentos a lo largo de la noche aunque pecó de una cierta exageración en los modos, y del pianista Grant Windsor cuando éste atacaba en sus solos.
En cualquier caso, este pequeño contratiempo no oscurece el magnífico futuro de este magnífico cantante que dejó trazas de lo que puede llegar a dar. Sólo falta encontrarle en lugar adecuado y las condiciones técnicas necesarias para que brille su formidable voz y el estupendo repertorio que interpreta.
José Manuel Pérez Rey
Grupo: Gregory Porter Músicos: Gregory Porter (voz), Don Castle (saxo tenor), Grant Windsor (piano), Neville Malcolm (contrabajo), Richard Spaven (batería) Lugar: Le Chapiteau. Jazz in Marciac. Marciac (Francia) Fecha: 1 de agosto de 2012 |