Músicos: Herbie Hancock (piano), Vinnie Colaiuta (batería), James Genus (bajo), Lionel Loueke (guitarra), Terrace Martin (saxo) Lugar: Auditorio del Kursaal. 52 Heineken Jazzaldia. Donostia Fecha: 24 de julio de 2017 |
Era uno de los conciertos más esperados de la programación del 52 Heineken Jazzaldia. Y es que Herbie Hancock es pura historia grande del jazz y verlo y oírlo es siempre una pequeña o gran delicia. El que el Auditorio del Kursaal estuviese lleno hasta la bandera demuestra el tirón que tiene este pianista, compositor y productor de jazz.
Hay dos criterios infalibles para saber si un concierto a estado bien, si ha gustado, si ha dejado satisfecho al público: uno es el tiempo: si se mira mucho el reloj, malo e incluso muy malo. Aquí no pasó. Dos, el rostro. Si el público sale con una sonrisa de satisfacción entonces es seguro que todo ha ido como la seda y que el concierto ha sido bueno. Hancock concitó muchas sonrisas (aunque es cierto que hubo alguno con cara avinagrada, pero fueron los menos y es mejor dejarlos pasar, ya bastante sufren, los pobres.)
A quien esto firma el concierto de Herbie Hancock con su quinteto le dejó con sensaciones agridulces. El pianista tocó todo lo que quiso y más, demostró que a los 77 se mantiene en forma y que sigue queriendo ensanchar su obra-la presencia en su quinteto de Terrace Martin, uno de los músicos y productores más demandados en la actualidad, así lo demuestra. Por ahí todo muy bien.

Herbie Hancock saludando al público al salir al escenario del Auditorio del Kursaal. (Foto: DJazz).
La parte negativa es: ¿qué hace ahí Vinnie Colaiuta? Con todos los respetos para este hombre que es uno de los grandes bateristas de la Costa Oeste de los Estados Unidos y que es uno de los músicos de sesión más solicitados por todos los músicos, lo cierto es que se equivocó en la forma que tocó. O puede que no fuese él y fuese quien puso la batería como si fuese un cañón. Y es que por aquí vinieron todos los males del concierto: la contundente batería de Colaiuta, que se vistió para la ocasión con un chándal como para ir a entrenar…, lo tapaba todo; era prácticamente imposible escuchar el piano, el bajo, la guitarra y todo lo que no fuese la demoledora batería del californiano.
La consecuencia de lo anterior es que hubo un momento, con ‘Come running’, donde no había ni jazz ni nada; todo era una pasta sonora bastante lamentable. Eso sí cuando todo sonó con una cierta claridad, como en ‘Cantaloupe’ aquello era música para mis oídos, que se dice.
Sobre la banda poco que decir, que todos, en mayor (Lionel Loueke) o menor (Terrace Martin) medida, se podían haber quedado en casa (o en hotel). Lo de Vinnie Colaiuta va a parte.
En fin, un concierto que podía haber sido inolvidable se quedó a medias.
J.M.P.R.