Cuando se publique esto, en España se habrá alcanzada casi la cifra de 25.000 muertos a causa de la peste china (a.ka. coronavirus Covid-19).
Una cifra brutal, salvaje, difícilmente asumible, que, además, va subiendo.
No es este el lugar para señalar culpables ni responsables (bien conocidos por todos, por otro lado), pero sí es preciso recordar que detrás de esos 25.000 fallecidos hay personas, seres humanos que amaron y fueron amados, que odiaron y fueron odiados, que trabajaron para sacar adelante a su familia, que rieron y lloraron, que… la vida.
Y que han muerto solos (aunque la ministra de Defensa del actual gobierno diga que los miembros del Ejército español estuvieron con ellos en sus últimos momentos en este mundo), sin la compañía de sus seres queridos y sus familiares.
Y han sido enterrados, o incinerados, casi a escondidas, rápidamente, sin que se sepa mucho, no sea que esa imagen empañe los aplausos y los bailes de alegría de los profesionales de la medicina.
En www.distritojazz.com hemos pensado en rendir un recuerdo a todas esas miles de personas ignoradas en las frías cifras. Y como somos una web de música, de jazz pero no sólo, la mejor forma que hemos encontrado es dar a conocer algunos de los mejores réquiems de la historia.
Y para comenzar esta breve serie -que durará lo que durará-, nada mejor que el Réquiem más conocido y grabado; el de Wolfgang Amadeus Mozart.
La Misa de Réquiem en re menor, K. 626, que es su, digamos, verdadero título, es la decimonovena y última misa escrita por Mozart.
Como es bien conocido Mozart, que murió en 1791, dejó esta misa de réquiem sin finalizar.
Fue el compositor Franz Xaver Süssmayr, discípulo y amigo de Mozart, el encargado de terminarla.
Por simplificar mucho; existen dos tipos de grabaciones de la Misa de Réquiem en re menor, K. 626, las historicistas, aquellas que se ciñen a pautas históricamente informadas y las que no.
La primera propuesta del Réquiem de Mozart, de la que hay centenares de grabaciones, es la que grabó en vivo el director Frans Brüggen en el The Metropolitan Space de Tokio el 20 de marzo de 1998 con la Orquesta del Siglo XVIII y el Coro de Cámara de Holanda teniendo como solistas a la soprano Mona Julsrud, al alto Wilke te Brummelstroete, el tenor Zeger Vandersteene y el bajo Jelle Draijer.
El concierto se completa con la Música fúnebre Masónica K 477 y el Adagio para 2 clarinetes y 3 corni di bassetto K 411.
Toda la interpretación respira desde el primer momento intensidad y dramatismo.
Es, simplemente, equilibrada y magnífica.
Vale.
Músicos: Frans Brüggen (director); Mona Julsrud (soprano); Wilke te Brummelstroete (mezzosoprano); Zeger Vandersteene (tenor); Jelle Draijer (bajo); Orquesta del Siglo XVIII; Coro de Cámara de Holanda Año: 1998 Estilo: Música clásica |